Ayer, antes de este toque de queda al movimiento, que puede enfermar a muchos, no de virus sino de tristeza y desesperación, estemos atentos a ellos, volví al «cementerio de árboles sin enterrar», pasto de futuros fuegos, las hermosas ramas, que un día alquimizaban la luz a través de sus bellos pendientes labrados en las enervaduras de las hojas, seguían allí, […]