Crónicas de la Tierra Media
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Origen
Después de la segunda guerra mundial un excedente terrible de químicos, utilizados en la guerra para aniquilar al “enemigo” se convirtió en un floreciente negocio para la potencia vencedora, que decidiría el destino de la humanidad con una orquestada globalización de su pensamiento único, una única manera de vivir, de pensar, de cultivar, de comer. Los americanos introdujeron la moderna agricultura química con distintas artimañas, que se convirtió en la nefasta Revolución Verde que permitía el mismo rendimiento que la agricultura tradicional, pero reduciendo el tiempo del afanoso trabajo. En menos de una generación millones de agricultores abandonaron sus sistemas ancestrales que mantenían el nivel óptimo de materia orgánica en el suelo mediante rotación de cultivos, compost, estiércol, cultivando abonos verdes… Pero abandonadas las prácticas ancestrales, nacidas de una cultura única hermanada con los ciclos naturales, el suelo se agotó en una sola generación y se hizo dependiente del abono químico que lucrativamente vendían los americanos, además de sus paquetes tecnológicos que endeudaron a millones de campesinos por toda la faz de la tierra.
Ante este ataque perverso de separar al hombre de la tierra fueron surgiendo movimientos agrícolas en distintas partes del globo, como una respuesta de los “hobbits” del mundo para defender las formas de vida sencilla asociadas a la naturaleza. Uno de ellos fue y es el movimiento imparable de la permacultura que desde su formulación por Bill Mollison y David Holmgren en los años 70 ha ido ampliando los ámbitos de aplicación de sus principios, yendo más allá de una agricultura sostenible y permanente hacia formulaciones sociales, económicas, políticas en un todo relacionado. Implantándose con sus diseños holísticos por todo el planeta y creciendo como un árbol que aumenta la benignidad de su sombra y la abundancia de sus frutos. Como una espiral que desenvolviese el centro del que surgió: la inspiración de un hombre asilvestrado por la madre naturaleza para salvar al hombre y la tierra. Un aborigen blanco.
El sabio Fukuoka
Un precursor del movimiento, y que se le encuadra dentro del mismo y que iluminó la senda que la permacultura iría desenvolviendo es Masonobu Fukuoka. Es el arquetipo de campesino sabio. Poeta, filósofo, revolucionario. Un hombre excepcional que tras una iluminación sobre la vacuidad, le nació la revolución de una brizna de hierba en el corazón “La única gran idea que tuve a los 25 años es que todo es lo mismo”. Al contemplar un campo abandonado donde una espiga de arroz emergía con la fuerza de su naturalidad, en una maraña de hierbas, abandonó su trabajo como científico microbiólogo y regresó a sus orígenes, una granja familiar en la isla de Shikoku en Japón para cultivar un vergel de cítricos y los cultivos tradicionales de arroz, centeno cebada, soja, hortalizas. Su granja se hizo famosa en el mundo entero, pues sin abonos de ningún tipo, con una reducción de las labores tradicionales y de la preciada agua su rendimiento era el mismo que la agricultura química y la tradicional, con la diferencia sustancial que su método mejoraba la estructura, la fertilidad del suelo y su habilidad de retener el agua. El suelo es la clave y el tesoro de la agricultura.
Como todo profeta nadie quiso imitar su modelo, pues era un regreso a la agricultura natural, más allá, incluso, de las prácticas tradicionales. Fukuoka innovó regresando lo más posible a la imitación de la naturaleza en su obrar. Volvió al origen. Reduciendo al máximo las tareas, dejando hacer a la tierra. Observando como lo hace la naturaleza. Sin labrar controlaba las malas hierbas mediante cubiertas vegetales de trébol blanco y acolchados de paja que reducían considerablemente la necesidad de agua. La huerta se resembraba a sí misma, dejando que las semillas cayesen sin necesidad de siembra, o se sembraban a voleo, a veces encapsuladas en arcilla, el famoso nendo dango con el que recuperó desiertos en Grecia, África y donde le llamasen. No había poda y se dejaba crecer en libertad a los frutales, las partes altas eran para los pájaros. Todo se tiene en cuenta en un sistema realmente sostenible. No estamos solos.
Para Fukuoka esta agricultura del “no hacer” solo puede ejercerla quien se ha sanado espiritualmente como individuo para lo cual hay que regresar a la única vida que permite despertar esa salud espiritual y que desarrolla una sensibilidad que permite comprender el lenguaje en el que habla la naturaleza. Una forma de vida semi-primitiva, que es la que él adoptó para sí mismo, carente de las comodidades modernas que corrompen el espíritu. Una choza, agua de manantial acarreada en cubos, partición de leña, cocina al fuego, tareas agrícolas adaptadas a cada estación, con la visión de una cooperación con la naturaleza, no un intento de mejorarla mediante su conquista. Su pensamiento puede beberse en dos de sus libros más reconocidos “La revolución de una brizna de hierba” y “La senda Natural del cultivo”.
“Ha desaparecido la cultura y uso del bosque. El hambre del mundo, la violencia social y étnica. Estas cosas ocurren porque se ha acelerado la destrucción de la naturaleza, si se pierde un 3% más de la naturaleza, el mundo se destruirá, pues esto es igual a perder aire puro y perderemos el sentimiento de bailar y beber sake y la gente se enfriará.”
El carismático Bill Mollison
Y de Japón a Australia, paisaje que engendró en el corazón de un indómito Bill Mollison el concepto y el movimiento de la Permacultura. Panadero, trampero, naturalista, profesor, pescador de tiburones, sobreviviente en escenarios de naturaleza férrea y extrema, aprendió a amar la tierra y el arte de sobrevivir. Después de una etapa de crítica feroz al sistema industrial comentó que “Quería regresar sólo con algo muy positivo, algo que nos permitiera vivir a todos sin el colapso total de los sistemas biológicos.” Así que en 1974 en conjunto con David Holmgren (un genio en la conceptualización que se une con el espíritu revolucionario y carismático de Bill Mollison) diseñan una estructura para un sistema de agricultura y vida sostenible que titulan Permacultura, en la que se combina agricultura, silvicultura, manejos de animales y asentamientos humanos.
La semilla de este sistema creada en principio para el autoabastecimiento de la familia y de la comunidad, basada en tres principios éticos, (cuidado de la tierra, cuidado de la gente, compartir con equidad) se convertiría, todavía en vida de Mollison, en una respuesta revolucionaria a muchos de los obstáculos, incluidos los legales y financieros, que nos impiden el regreso a la naturaleza. De una agricultura sostenible permanente evolucionaría finalmente a una cultura permanente, capaz de perdurar sin alterar la naturaleza. “La permacultura no está limitada a la horticultura, o al cultivo de las plantas, es un sistema de diseño que tiene en cuenta a los seres vivos y a la disposición de todos los elementos del territorio para que estén en relación correcta entre ellos.” Bill Mollison
Bill Mollison dejó la Universidad en 1979 y hasta su muerte se dedicó a predicar con el ejemplo creando sistemas biológicos sostenibles y la creación del Instituto de permacultura Tagari. Vivió a fondo su revolución y la diseminó por todo el orbe. En su libro “Introducción a la permacultura”, podemos encontrar las claves fundamentales. “Los revolucionarios que no tienen huerto, que dependen del mismo sistema que atacan, y que producen palabras y balas, y no comida ni abrigo, son inútiles.” Bill Mollison».
El teórico sistémico
David Holmgren es otro de los creadores referentes, el libro “Permacultura 1” fue el resultado de las continuas conversaciones con Mollison, el trabajo conjunto en el jardín y sus visitas por Tasmania. El libro era una mezcla de introspecciones acerca de la agricultura, la arquitectura del paisaje y la ecología, y dio estructura teórica a una contracultura ecológica deseosa de un enfoque positivo y consistente sobre el que inspirarse. 20 años después de plantar la semilla Holmgren sigue ampliando el concepto, adecuándolo a la dimensión global que ha adquirido: “La Permacultura es también una red mundial y un movimiento de individuos y grupos que trabajan en países ricos y pobres de todos los continentes. Estas personas, por la mayor parte sin soporte alguno de parte de gobiernos o empresas, están contribuyendo a un futuro sostenible reorganizando sus vidas y sus trabajos alrededor de los principios de diseño de la permacultura. De esta forma, se están creando pequeños cambios locales que están afectando directamente e indirectamente las actuaciones en el medio ambiente en general, la agricultura ecológica, la tecnología apropiada, las comunidades y otros movimientos para un mundo sostenible. Después de 20 años, la Permacultura se puede clasificar como uno de los más significativos «artículos intelectuales» australianos de exportación.”
Mollison viajó como Bilbo por todo el orbe con su carisma y su revolución, Holmgren quedó en Australia, en “Hobbiton”, verificando las teorías en su granja y elaborando otras nuevas, desarrolladas en su libro “Permacultura. Principios y senderos de la sostenibilidad”, en el que teoriza sobre un conjunto de 12 principios sobre los que apoyarse para construir una sociedad sostenible. Incorpora conceptos sistémicos y energéticos, llenando el «vacío teórico», que algunos académicos a menudo critican en el concepto permacultural. En otro de sus libros “Dinero vs Energía fósil” prevé un descenso energético, siguiendo el pico del petróleo, en el cual la energía disponible decrecerá con cada generación y siembra las bases del movimiento de transición que asume muchos de los postulados de esta sencilla y contundente revolución de una humilde brizna de paja.
Recuadro.
Los tres principios éticos de la permacultura
Cuidado de la tierra. Las bases naturales de la vida no son recursos sin alma. Son un tesoro para todos los seres vivos, no sólo para los hombres, esconden un secreto en sus procesos que nos sobrepasa y que ha de perdurar para las generaciones venideras.
Cuidado de las personas. Cuidar de uno mismo, desde la autosuficiencia, independizándose de un sistema que genera profundas desigualdades, para desde esa libertad ocuparse del otro, la familia, la comunidad.
Compartir con equidad. Una economía que reparte los excedentes con justicia, sin el lucro del beneficio salvo el que permite reinvertirse en el sistema, para que sea perdurable. Basada en la autolimitación para que haya para todos.
Beatriz Calvo Villoria para el Número 69 de The Ecologist