Ascenso y descenso al Sinaí
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4 enero, 2023La salud en Amalur está profundamente vinculada a nuestro alimento cotidiano, bajo dos premisas esenciales:
1.- La frugalidad. Comemos dos veces al día, un desayuno capaz de darnos energía hasta las cuatro de la tarde y una comida plena de vida. A cierta edad y, con vidas cada vez más sedentarias, se necesita ingerir mucho menos alimento que el que el hambre emocional a veces nos inquiere; es uno de los factores universales de la longevidad.
No queremos vivir más porque sí, la longevidad es un don que se conquista, en parte, por una vida virtuosa, en la que la frugalidad es un puntal: no es de extrañar que los padres del desierto señalaran la glotonería como el primer vicio del que nacían todos los demás, así que ser capaz de tirar de la rienda de la frugalidad permite cultivar un vacío en el estómago del alma que se llena, entonces, de algo que está más allá de la naturaleza, una claridad de espíritu, que participa o propicia el encuentro con la sobrenaturaleza, que ese sí es el motivo principal por el que se cultivan las virtudes, entre ellas la frugalidad, y más que cultivarlas a ellas, ya que son los reflejos de los atributos de la divinidad en este plano, se trata, con el esfuerzo cotidiano, de remover los obstáculos que impiden su perfume en nuestras vidas.
2.-Que sea ecológico, sano para la tierra y, por tanto, sano para nosotros. A la Madre de uno no se le echa pesticidas encima de sus pechos, de sus flores, de sus frutos abundantes. No es cierto que sea más caro, lo que es vergonzosamente barato es la comida tóxica de la agricultura industrializada y subvencionada por intereses que cotizan en bolsa y que no solo no alimenta sino que enferma. Si estuvieran internalizados los costos de salud que conlleva comer pesticidas y los costos de la intoxicación de los ecosistemas, esos alimentos, mejor llamarlos productos, serían inasumibles, de hecho lo son para una verdadera economía de la casa común, el cuerpo cósmico de la tierra y el de tu propio cuerpo que se inflama al ritmo vertiginoso de los químicos permitidos. Cultivar comida es un arte y una ciencia que tiene un valor incalculable, es preferible prescindir de veleidades y pagar al campesino el oro que sale de sus manos.
Luego hay otras premisas, como que sea de temporada, pues la Madre Tierra provee de los nutrientes adecuados a cada latitud, a cada clima y que sea local, en esta ocasión, la kale, la brócoli, la calabaza, el pesto de albahaca sale todo de la amada huerta, y es una felicidad que no tiene nombre, comer lo cultivado durante meses, haberlo visto crecer y llevarlo como un don, directamente, de la huerta a la mesa.
El pesto lo hemos hecho con piñones, al ser Rosa Martos la cocinera, Salud Viva nos provee de una calidad de productos que yo nunca había tenido, pero se pueden sustituir por cualquier fruto seco. Hemos sustituido el queso parmesano por levadura nutricional, que lo hace más digestivo y nos dota de todas las vitaminas del grupo B, que entre las bondades con las que Dios las vistió están que son esenciales para el equilibrio de sistema nervioso, para el insomnio, la tranquilidad. De regalo, un solo ajo, uno de los antibióticos naturales sin efecto secundarios a los que nos tienen mal acostumbrados la medicina de los protocolos.
La pasta es de harina de guisante y lino germinado, que significa que tiene un poder encimático mucho más fuerte, el guisante nos aporta un tipo de proteína de alta calidad, el lino es una gran fuente de aceites esenciales omega 3, pura vida. Se podría sustituir por cualquier pasta, pero que no sea de trigo, pues por desgracia, por las modificaciones genéticas se ha vuelto muy inflamatorio.
Sobre las hermosas calabazas, que llevan el naranja del otoño a nuestros estómagos, sobre el verde profundo de la brócoli, un anticancerígeno natural y sobre el verde amoratado del kale, que tiene tantas propiedades que no alcanza un libro para enumerarlas, por eso se la considera un superalimentos hemos espolvoreado un gomasio con sésamo tostado y sal. Que es una fuente de calcio mucho más biodisponible que el de los lácteos y del zinc. Todo el conjunto se ha bañado con un aceite de oliva prensado en frío.
De esta manera, profundamente nutridas, por alimentos de alta calidad, comemos mucho menos, y eso se ve reflejado no solo en la salud del cuerpo, siguiendo los consejos hipocráticos, ni en la ligereza del alma, sino en el bolsillo, teniendo en cuenta los tiempos que se avecinan y, al estar saciados, el hambre emocional no surge buscando un no sé qué que le falta y se produce, por ende, sin esfuerzo, un ayuno intermitente de 14 o 16 horas que se encarga de limpiar todas esos tóxicos que esta cultura de la barbarie echa por tierra, mar y aire.
Si quieres saber más vente unos días a Amalur y te contaremos la medicina profunda que guarda los alimentos nuestros de cada día.
https://ecologiadelalma.es/amalur/
Beatriz Calvo Villoria