Los Reyes Magos
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8 enero, 2024La división de la sociedad en bandos, la polarización es una estrategia de ingeniería social utilizada desde los mecanismos de poder para debilitar lo colectivo, siendo lo colectivo el resultado de una fuerza que une, a imagen y semejanza de ese atributo de lo divino que es el amor que todo lo cohesiona en un cosmos con sentido. Divide y vencerás es, en última instancia, un arma de guerra contra el Espíritu, contra la Realidad de las cosas como son en sí mismas, unidas en un todo sin fisuras.
Este atributo de unidad, de cohesión de lo diverso en un grupo o colectivo, se expresa desde el cielo en la tierra, primeramente y fundamentalmente, en cada individuo, cuando integra en algo mayor su cuerpo, mente y su espíritu. En segundo lugar en la familia que reúne lo diverso con lo que le es propio, sus lazos de sangre, de donde surge ese compartir milagroso de genes y caracteres, de diversidad y unidad. Es el inicio de la trascendencia del yo, del individuo, que se hace fuerte en su unión.
Otra expresión de lo colectivo es el pueblo, una red de ayuda mutua, cuando están sanas sus raíces, que les hacen vincularse en tareas comunitarias que facilitan su supervivencia, no solo biológica sino psicoafectiva. Las familias se integran, se avecinan, la identidad con lo propio es ya mayor, vamos creciendo en la capacidad de acogida e integración de lo diverso, lo diferente, pero a la vez todos esos otros son también uno de los nuestros.
Luego está la patria, el amor a la tierra que hermana a unos pueblos enamorados respectivamente de sus valles o quebradas, mares que le circundan, clima, lenguas diversas, gastronomías, pero unificadas por una historia vivida que esculpe un carácter y permite una nueva identidad mayor. El ejercicio de integración cada vez es más exigente, pues las diferencias se multiplican por la cantidad, pero sigue siendo un laboratorio fascinante para la búsqueda de ese principio de Unidad que vertebra el Universo.
Más allá de la patria sigue habiendo conjuntos más trascendentes que obligan a seguir dando pasos hacia la apertura, hacia la sabiduría de sabernos “parte de” y no el Todo, que salvo para los necios, nos desborda en número y cualidades. Somos continentes también, que nos agrupan por ubicación en el espacio, pero estas categorías no dejan de ser etiquetas, nombres y formas, que velan nuestra verdadera identidad.
Más allá de todas ellas somos la expresión infinita de Uno perfecto y creador en un planeta que lo expresa a la perfección: compartimos con una inteligencia gaiana que regula los climas, con sus corrientes marinas que nos unifican, con sus vientos que trasladan una fuga en Fukushima a California con los vientos de la tarde.
Somos unidad en la diversidad. El legítimo amor a la tierra con la que te identificas, puede ser como las muñecas rusas, subsumido en otro amor, otra identidad religante y en otro amor, cada vez más grande, Tierra, Universo… Hasta llegar a la perfección del amor que tiene los atributos de la incondicionalidad, cuando lo que amas es al Absoluto, Perfecto e Infinito.
La división de lo diabólico
Todo lo que quiera dividir tu amor al Todo y reducir tu dimensión divina omniabarcante, hacerte mezquino, separado de tu identidad real es de carácter diabólico. Etimológicamente “el que divide”. Todas las estructuras de poder por su propia dinámica tienden a protegerse de las enseñanzas del Todo, al que pretenden enfrentarse y emular en una imitación patética, y que despliegan las sabidurías de todos los tiempos, pues pretenden sustituir el amor, único capaz de unificar, por el control, nacido de su opuesto que es el miedo, el miedo a perder su codiciado poder, pues de tan vacíos del ser real están que necesitan poseer lo impermanente, que por supuesto nunca les sacia, pues es infinito..
El enemigo creado a través de categorías por la propaganda política de turno busca velar al único enemigo, que susurra en todos los corazones, buscando separarnos de lo divino y por lo tanto de su expresión en el prójimo. Ese enemigo susurrador y príncipe de este mundo sin religación con el Sumo Bien, es experto en corromper las almas para que codicien más de lo que necesitan para lo único realmente necesario, alcanzar la realización en esta vida, que es efímera. Su estrategia es la mentira, el engaño de confundir lo absoluto con lo relativo y toda persona que se abra a su falsedad es encaminada a la locura de la ilusión de poder y de falsa libertad por poseer todo lo que ansía.
La apertura a ese susurro disgregador y disolvente tiene grados y en nuestros tiempos los principales siervosde ese enemigo feroz son las llamadas élites, las oligarquías que accionan en el mundo como si de un inmenso tablero de ajedrez geopolítico se tratase repartiéndose el único botín que codician, los recursos naturales y las masas que puedan generar su diabólico sistema de producción y consumo, sus esclavos.
Las principales élites mundiales sin patria, ni nación, pues operan globalmente, transnacionalmente usan ambas categorías para enfrentar y revolver los ríos, con guerras y revueltas y conseguir sus logros de repartirse los mimbres del poder. Básicamente consiste en ganar y/o mantener el poder “rompiendo” un gran grupo en piezas más pequeñas, pues logra que estas tengan menos energía y se evita que las personas se unan en grandes grupos que puedan alcanzar más potestad y autonomía.
Desde hace dos años, hemos sufrido en nuestras propias carnes, familias, pueblos y naciones esta estrategia de dividirnos en categorías manipuladas desde los medios de comunicación de masas,negacionistas y tragacionistas,antivacunas, colaboracionistas.ahora pro rusos o pro Ucrania, pero este juego dialéctico de oponer para dividir lleva desde hace décadas dividiendo las sociedades de masas para controlarlas mejor y alcanzar mayores cotas de poder; obreros y patrones, hombres y mujeres, ricos y pobres, dualidad, dualidad sin unidad. Esa continua lucha apuntalada propagandísticamente nos va enfermando como sociedad.
Un solo anillo para gobernarlos a todos
Los afanes de crear un nuevo Orden Mundial con capacidad de controlar el mundo entero avanza a velocidades espeluznantes gracias a oportunísimas pandemias, que han iniciado la construcción del codiciado anillo de control total sobre la población que es la identidad digital. El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) durante muchos años ha promovido la idea de implementar una identificación digital y garantizar que todas las personas del mundo tengan una identidad digital legal como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030 de las Naciones Unidas, que es el eufemismo de la cuarta revolución digital, el reseteo a una economía de inteligencia artificial y transhumana.
La oportuna pandemia ha dado lugar al primer movimiento en esa digilitación progresiva de nuestra identidad, con el pasaporte covid, pero como la vacunación total no ha sido posible y ya no se pueden esconder los terribles efectos secundarios y las muertes en todo el planeta, hacía falta una nueva catástrofe que sacase de los telediarios dirigidos desde los grupos de inversión de estas élites el tema ya agotado de la pandemia por el de guerra, que puede justificar aún más la perdida de libertades que la mayoría ha sufrido, paradójicamente exigiéndola, pues la propaganda ha convencido que la seguridad necesita de la coacción de las libertades para ejercerse.
Con esta nueva guerra, cruel y despiadada con los inocentes, como las otras 62 activas en el mundo, (tres de ellas, con más de 10.000 muertos al año y torturas inimaginables para nuestra sensibilidad europea) de la que los telediarios no hablan, haciéndolas inexistentes y televisando esta, no para mostrarnos qué ocurre realmente sino para seguir exacerbando nuestras ya extenuadas emociones por dos años de incertidumbre televisada, enajenarnos aún más en una psicosis colectiva de miedo, ira y odio, depresión y desesperanza que nos separa aún más de nuestra identidad real, para hacer un jaque mate a las libertades individuales de por vida y amasarnos en una igualdad de esclavos dóciles a la voz de su amo.
El Teatro del mundo vuelve a servir a los intereses de las élites y solo el uso de la razón, la investigación y el análisis nos permitiría ver lo que realmente el engañador no quiere que veamos: la confrontación por la hegemonía del mundo en el codiciado pastel globalista entre las oligarquías occidentales y las orientales. EEUU y China.
Las leyes de Seguridad Nacional pueden ahora, justificadas por esta guerra tan oportuna, hacer avanzar esa pieza clave de la globalización: una identidad digital que mantendrá un registro de sus elecciones y comportamientos, las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Lo que determinará, en palabras de la WEF “a qué productos, servicios e información podemos acceder o, por el contrario, no son aptos para nosotros”. Y en palabras del pensamiento crítico la imposición de un sistema de créditos sociales en las que las personas que disientan de las narrativas oficiales de cómo hay que vivir para ser buen ciudadano quedarán fuera sino literalmente exterminados.
Esa es la Gran Guerra que se libra para ucranianos, rusos, españoles, americanos, chinos, croatas, hindúes, chilenos. Humanos… Ese es el enemigo que silenciosamente opera tras las bambalinas del teatro mediático, mientras detona guerras aquí y allá, sin importar por supuesto los intereses reales de las poblaciones, a las que enfrentan como si de títeres se tratará, con la orquestación de sus dirigentes que obedecen a ese estado profundo, que por supuesto no sale en los medios que censuran todo lo que pueda ayudar a entender la complejidad del puzle de la nefasta erótica del poder, poniendo bajo el foco orquestado de sus medios de comunicación solo lo que le conviene para seguir avanzando hacia su sueño prometeico, ser como dioses, inmortales, poderosos, perfectos mediante sus artilugios tecnológicos con los que pretenden, como la torre de Babel, asaltar el cielo y vaciar la tierra de indeseables. Para como auténticos asuras, demonios de estómagos insaciables devorarlo todo, el todo que no pueden ser por su monumental soberbia.
Resiste, vuelve a la raíz de las raíces que es tu propia alma y sé fuente de verdad, de bondad y belleza. En cada palabra, pensamiento y obra compensa esta locura de la división con la unión fecunda con tu propio corazón y el de tus prójimos.
Beatriz Calvo Villoria