Crónicas de una muerte anunciada
14 enero, 2023Personas de cartón
7 febrero, 2023La nieve nos ha rodeado, se ha tendido sobre todo lo sembrado, aquí en la tierra donde germina Amalur, donde germina el alma en busca de la inmortalidad prometida. Todo es blanco alrededor y sobrecoge. Jalal –la Majestad- y Jamal, -la Belleza-, dos nombres para dos atributos de la divinidad en este plano de manifestación en el que todos somos, nos movemos y existimos. Lo Absoluto se derrama genésico en el Infinito y, entre sus bellos Nombres, dos muestran la danza dual en la que todos nos cocinamos en lo secreto de cada día.
La nieve nos ha dejado incomunicadas con el mundo del exterior y nos conecta al mismo tiempo con un alud de certezas en el mundo interior que se abre ante la inmovilidad del hacer, de la salida de sí. Recogidas y atrapadas por el blanco, níveo, puro, bello y tremendo. Estoy dulcemente sobrecogida, casi trémula danza la llama de mi alma ante el Libro revelado de la naturaleza.
La nieve me habla mientras cae, habla sin palabras sobre la enseñanza que el Señor de los Mundos desglosa en cada copo que nos encierra en este lugar, para habitar el centro que libera de cualquier lugar, de cualquier tiempo, al encontrar en el quicio del asombro, la maravilla que encierra incluso lo terrible. Lo terrible de que las ramas más débiles hoy se quebrarán ante el manto hermoso de la nieve que humilla lo que no ha crecido fortalecido, por los vientos de la historia que han configurado cada uno de sus anillos. Como los míos que han sido configurados con muchos vientos, también perversos de mi propia historia, que me han hecho frágil en tantas cosas y ahora miran entre asombrada y prudente ese dulce manto que también mata.
Soy débil para quitar con pala la nieve acumulada, soy frágil para sobrevivir, en medio del aspecto temible de la naturaleza desplegada, la búsqueda de la leña a la leñera ya es un reto para evitar la caída, un desliz y cualquier rotura será una odisea. No hay acceso a Amalur, los caminos están cortados. La despensa si no ha sido llena, desde el instinto animal de la supervivencia, nos mostraría en forma de prueba la advertencia de la Ley escrita en la dualidad de la natura, bella sí, pero terrible juzga tus inadvertencias y tus negligencias.
La naturaleza muestra por un lado la belleza de Dios, escrita en cada copo, geometría perfecta de una Ley de armonía que nos impele a la adoración, pero también muestra la contundencia de su juicio, de su Majestad como Rey de los Hombres. La balanza está en busca de equilibrio a cada instante. El discernimiento es cuestión de vida y muerte tanto para el alma como para el cuerpo. La justicia exige tener los ojos bien abiertos en lo que pensamos y decimos que abre simetrías en los infinitos mundos con los que nos conectamos por vibración, en lo que hacemos que lleva en cada causa su consecuencia.
Vine a Amalur buscando un sueño, la familia que no tuve, la familia que se está disolviendo ante mis ojos. Mi idealismo fue causa de mi derrota. Dos mujeres solas, en la edad en la que los hijos empezarían a protegernos de nuestras debilidades, en el sencillo acarreo de la leña, están hoy aisladas de las alianzas que hacen posible la vida.
Solo Dios, que también se siente en esta nieve terrible, que maravilla a los ojos del alma y quema al mismo tiempo las manos de este cuerpo cuando intenta salvar la poca huerta que quedaba, es ahora nuestro protector, y al Él le invoco, con la medida exacta, ni mucho ni poco. El ney para que suene necesita que su junco sea quemado, ni demasiado, ni demasiado poco. Quiero sonar para que escuchéis mi lamento del origen del que fui arrancada, del intenso amor que a veces me dilata, del intenso temor que a veces la intemperie me delata.
Del Jamal que me arrebata en versos compartidos, del Jalal que me sobrecoge en un juicio continuo de lo que me acerca y lo que me aleja y que queda grabado con el fuego de la vida en cada fascia, donde llevo todas las heridas de una vida, y también escritas todas las alegrías.
“Todo está maldito salvo la Faz de tu Señor” y al mismo tiempo “allá donde mires solo verás la faz de Dios”. En esa paradoja me debato hoy en medio de este manto de máximo yin, blanco, puro, níveo que extirpará las enfermedades que asolaron el verano de extremo calor, fuente de futura agua, bendición para los ojos sedientos de frescura y vida, pero que me mataría con el máximo yang, ardiendo, mientras me congelase, si me quedará más de 24 horas junto a su tul.
Como destruye ante mi paso asombrado sobre su alfombra de copos de sobrenatural belleza los árboles que no crecieron fuertes en la adversidad, los que sin nutrientes o expuestos a los tóxicos no eligieron la estrategia justa, el collado preciso para medrar en fuerza y sabiduría y se quiebran humildados ante el fiel de la balanza, de la justicia precisa, ante la simetría de mi propia debilidad que se quiebra ante otro de sus Nombres, el Matador, que hoy en forma de nieve también se nombra junto el más bello de su nombres que reúne en el Uno, todo esto que percibo como múltiple. Allah.