Contemplar la maravilla
4 enero, 2023Crónicas de invierno. Amaur
19 enero, 2023La imaginación creadora es una función del alma que permite coser los mundos, que permite habitar los umbrales entre los distintos planos y grados de la existencia, capaz de coser correspondencias y de permitir atisbarlas, gestando bordados que enriquecen la vida propia de la Vida con mayúsculas.
En uno de los días, en los que la Gracia que acompaña al acompañamiento de la muerte, donde el velo entre la forma y el vacío se hace más tenue, me sorprendió su gratuidad con la enseñanza divina del upaguru del amanecer. Un maestro de la luz que me quiso mostrar la profunda sabiduría del yin y el yang de una forma existencial.
Abierta como una vasija, sin hacer pie en mi identidad ordinaria, que no hubiera podido habitar la muerte con sus pobres mimbres, desperté en medio de la noche en la casa amiga de Marisa, la hermana montaña que Dios me ha regalado y que me cobijó en Madrid los días que duró la transición de mi padre hacia el otro mundo.
Su casa de paja, Shanti, era realmente un útero de paz. Todos dormían salvo Tao, el joven gato que ha venido a acompañar las contemplaciones de Marisa, que observa como los felinos, con firmeza amable lo profundo tras el fenómeno. Me acompañó en la sala de meditación girando alrededor de mi plegaria.
«Dame fuerza para seguir acompañando a mi padre, dame amor para coserle las junturas de todas sus heridas y perciba el perfume de la Misericordia Infinita que tu eres»
La noche era aún intensa, pero tenía ya el sabor del despertar. El frío mordía mi rostro y mostraba las estrellas como fulgores de hielo y luz, allá en lo alto. La dehesa de encinas estaba vestida de escarcha, atravesada diría, y la intemperie de su vestido blanquecino me recordaba la muerte fría que ya subía por los miembros rígidos de mi padre.
Conduje lentamente escuchando una sura del Corán que otra alma amiga me había enviado, perfecta para los tránsitos, Yasin emergía de un maestro sufí al que siempre he amado, maestro de muchos de mis mejores amigos y percutía como dedos de energía habilidosos en mi corazón temeroso de esa agonía que se dibujaba en la boca abierta de mi padre, sin apenas poder ya para respirar, como un pececillo que quisiese amamantarse de un háilto de agua que ya no quisiese entrar.
Y, entonces comprendí, en el intenso contraste de la belleza del hogar que abandonaba, donde reina la conciencia de las cosas con el hospital aséptico, lleno de químicos, luces blancas que hieren, fealdad en los ambientes, síndromes de edificios enfermos, sin alma, contenedores de la enfermedad mal encarada, sin espíritu, desterrado a una capilla con olor a lejía, inhabitable. Comprendí en el intenso contraste de la noche que contenía ese útero de paja y paz, que se revelaba al Noroeste de Madrid, bañado en un azul petróleo provocado por la luna jugando en un resto de nubes negras tormentosas de dos noches de lluvia y relámpagos, con el sol que por fin amanecía, tras dos días de triste lluvia anodina, con un fulgor de dorados y salmones que sólo el Madrid de Velázquez puede ofrecer. La carretera se convirtió en el camino del medio entre la luna, la noche, las nubes negras y el horizonte despejado, el sol anunciando su reinado sobre las formas, la contundencia de su fuego desvaneciendo el misterio que susurra sin cesar la noche apenas estrellada. Mi corazón era el centro donde el yin de la noche y el yang del día giraban en esa danza del tai chi que gesta los diez mil universos.
La noche profunda de la muerte acontecía en el diáfano día de la conciencia desplegada por la Gracia en mi pobre espíritu, que conducía temblando en el asombro de la maravilla de una unidad de noche y día, bien y mal, muerte y vida, salud y enfermedad, norte y sur. Todo se hizo Uno en mi corazón, no había distinción sino una matriz matricial que tejía mundos dentro de mundos, suras, que son hilos de sonido cosiéndose a mi pecho herido por el rayo de belleza, soles que emergían aquí en y, quizás, en una miríada de mundos que intuía podían salir de la matriz del Señor de los Mundos y su Señora, su poder incognoscible, mi padre en su agonía, mi miedo ante el ahogo de mi propia muerte, mi aversión ante el olor a lejía, mi asombro ante lo bello, mi temor ante la Majestad de algo que me susurraba un soplo de sus secretos. El eje con todas sus balanzas. La rosa con todas sus espinas.
Lo Real fecunda, es génesis de las rosas y de las espinas, toda espina puede convertirse en una rosa cuando se riega con el agua lustral de la Verdad. Todo es Shiva.
Alabado sea Dios. El Matricial, el Matriciante.
3 Comments
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Gracias por el texto
Un texto delicado y bello, como siempre, con hondura que me hacen sentir.
Mi padre también ha muerto, no sin antes dejarme una bella lección sobre la muerte y un duelo apacible; aunque la situación física y mental que vivió no fue como la de tu padre, que desde luego hace que uno se plantee la vida, la consciencia y lo esencial desde todas las perspectivas que uno alcanza a desarrollar, llegando en mi caso a la certeza que todo es debido que se cumpla
Paz y luz
marisa