Cambio de mirada
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26 noviembre, 2016Triste es esta editorial, que como muchas otras veces nace de la responsabilidad intelectual de no dejar en el olvido lo que nos constituye como humanos: la búsqueda de la Verdad y del Amor. Miles de hombres continúan en estos días arriesgando sus vidas en el mar que nos rodea. Una nueva ola del horror recorre el mundo, huyen de un sistema globalizado de codicia y corrupción que hemos instaurado entre todos. Lo siento, pero el mundo externo expresa el mundo interno de cada uno de nosotros, es nuestra creación con la substancia creativa de la donación que el Ser ha insuflado en cada uno, con la libertad para elegir en este mundo dual, entre el bien y el mal.
Estamos anestesiados ante tanto dolor, vivir con la herida abierta nos rompe los esquemas del confort emocional en el que el felicismo moderno nos quiere encarcelar. Pero la vida duele, y duele cuánto más despierto estás -pues por la herida se derrama la luz- y contemplas el valle de lágrimas en el que está encerrado este ciclo histórico. Cuando contemplas cuanto dolor hay en la propia alma, por tantas cosas nunca dichas, no vividas, por miedo, el enemigo del amor. Por tantos naufragios, tantas muertes de cosas que creíamos tan nuestras, tantas mentiras, tanto rechazo al hermano que nos ofende, tanto odio ante lo que nos agrede, tanto egoísmo, narcisismo, egotismo, tanta separación.
Cuánto dolor, poneros por un instante en sus mocasines, mejor sus pies desnudos por la pobreza a la que el mal de un mundo que ha olvidado lo esencial que palpita en el corazón de todo hombre, les ha recluido. Además del ahogamiento en el mar, mueren en estos días por asfixia por emanación de combustible, por confinamiento en las bodegas de los barcos, como animales hacinados por la misma codicia de las mafias que hacen negocio de la barbarie, por quemaduras, hipotermia, algunos por deshidratación aguda, se mueren de sed, de sed de caridad de un mundo que ha firmado un contrato de indiferencia mutua.
Que sea esta editorial una oración, una oración profunda que conmueva las puertas del cielo, y que se derrame en forma de lluvia fina en el corazón de cada uno una intensa compasión hacia nuestros hermanos, una intensa compasión hacia nosotros mismos, pues hemos dejado que la cultura de la comodidad nos congele y endurezca el corazón y andemos, por ello, remediando la honda pena de no ser quien somos, seres de luz y de amor, acumulando teneres, experiencias que no colman el vacío de no ser. Recemos con profunda sinceridad por cada uno de ellos y porque se ilumine lo que cada uno podemos hacer acorde a nuestros talentos. La oración decía un cartujo es una posibilidad espiritual que interviene en el destino, un quejío cósmico que conmueve a lo sobrenatural para deshacer en una sola palabra el karma de un hombre, de un pueblo, de un mundo. Oremos con la presencia suficiente, y presencia ya lleva en sí suficiente ascesis, por las almas que se van en medio de tanto abandono, en medio del horror. Y para no caer en el celo de la amargura por una tarea que sobrepasa la capacidad de nuestros hombros oremos para comprender, también el misterio de que “bienaventurados son los que sufren”.
Beatriz Calvo Villoria