El precio de la tecnología
1 marzo, 2017Entrevista a Pierre Rabhi
10 marzo, 2017«Es muy importante debatir, es muy importante la ciencia, es muy importante el diálogo, pero lo más importante es hacer. Hacer es conocer y esto es lo que más precisamos.»
Una de las características de los grandes hombres es la sencillez y la humildad. Entrevistar a Gunter Pauli ha sido tan sencillo como hacerlo con un amigo cercano. La inteligencia tiene esa capacidad de hacerse cercana y no cabe duda de que Gunter, un economista fuera de formato, es inteligente como su maestra, la naturaleza.
Es un nómada del viento que va sembrando en las conciencias de cinco continentes un tipo de semilla esencial en estos tiempos de necesarios cambios; semillas de realización, de buen hacer, en todos los campos posibles: empresa, industria, agricultura, enseñanza… Semillas que envuelve en una mirada optimista y apasionada, que las hace fructificar en todo tipo de proyectos a nivel mundial.
Su voz es escuchada por gobernantes, reyes, políticos, científicos, campesinos, empresarios, niños, a los que entusiasma con sus propuestas llenas de ciencia, arte y esperanza, ya sea en el campo de la educación o en la economía, a la que tiñe de azul, el color de las nuevas empresas del futuro que utilizarán lo que está disponible para hacer frente de forma sostenible a las necesidades de la Tierra y todos sus habitantes. Gunter sueña en voz alta utopías que realiza.
Es fundador y director de ZERI: una red global de mentes creativas; actualmente unos 3.000 científicos trabajan en red con entornos locales buscando soluciones para los retos del mundo y prestando especial atención al Tercer Mundo. La visión común compartida por los miembros de la familia ZERI es ver el desperdicio como un recurso y buscar soluciones usando los diseños principales de la naturaleza como inspiración. Gunter Pauli y sus sueños pragmáticos son una expresión del corazón del hombre que une inteligencia y voluntad para observar y habitar con conciencia el mundo en que vivimos.
¿En qué consiste el proyecto ZERI, (Zero Emissions Research and Iniciatives, es decir “Iniciativas e Investigaciones para Emisiones Cero”)?
Hace años monté una fábrica hecha de madera con un techo verde, que lanzaba al mercado una serie de productos de limpieza biodegradable: Ecover; pero dos años después me di cuenta que para producirlos estaba consumiendo los aceites grasos de la palma africana, y que mi demanda estaba aumentando tanto que los responsables del suministro decidieron tomar más de un millón de hectáreas de bosque tropical para poder proporcionarnos esos productos biodegradables a Europa. Entonces me dije: «Esto no puede ser, es una locura». ¿Cómo es posible que yo tenga un producto biodegradable, fabricado en una fábrica ecológica, y que al mismo tiempo sea el responsable de la destrucción de la mitad de la selva de Malasia o Indonesia? Y así nació el proyecto ZERI, con el deseo y la necesidad de pensar en cómo diseñar un modelo de negocio, o sistema de producción y consumo, que no tuviese este tipo de impacto, que no produjese tanto daño.
La industria, aunque no sea ésa su intención, se comporta como un ejército intentando hacer el bien pero produciendo daños colaterales. Yo pensaba que la industria no podía funcionar así, que tendría que funcionar no solamente de forma respetuosa con el medio ambiente, sino en armonía con él.
Así nació en el 94 un proyecto sobre el nuevo modelo de negocio que necesitamos y lo llamamos Cero. Cero emisiones, cero desechos, cero daño. Y ZERI se convirtió en una red internacional de científicos, empresarios, gobiernos y educadores que buscan soluciones para responder a las necesidades básicas de la humanidad: agua, comida, salud, vivienda, energía y trabajo, usando los principios de diseño de la naturaleza para inspirar soluciones a los problemas que plantea la sostenibilidad.
¿Es posible en estos momentos de crisis, esa trasformación de toda la industria, de los sistemas económicos, sociales y tecnológicos, imitando modelos sostenibles, propios de la naturaleza?
Pues yo creo que sí y de forma especial porque hay crisis; crisis es oportunidad, y creo que la crisis tiene que ser muy profunda para que pensemos muy profundamente sobre las oportunidades que tenemos de verdad. La crisis existe porque estamos trabajando en el mercado con un sistema de producción que quiere producir con algo que no tiene. Es una locura; en la naturaleza, por ejemplo, no hay ningún árbol que trabaje con algo que no tiene; nosotros sí, y además solamente le damos valor e importancia al mercado y a la competencia; de esta manera, es obvio que siempre vamos a tener daños colaterales.
Es decir, tenemos un sistema que es totalmente insostenible, y solamente a través de las crisis nos damos cuenta que estamos viviendo de manera insostenible. Pero yo no digo que lo que tenemos sea tan malo; lo que digo es que nosotros tenemos que meternos en el proceso de la evolución de una forma más total, pues es un proceso de mejora continua y siempre pasa de algo que es bueno, o algo que es difícil, a algo que es mejor. Éste es el espíritu que necesitamos. El espíritu siempre positivo que ve que lo que tenemos hoy es quizá lo mejor que podemos tener en este momento, pero que a la vez sabe que tenemos que mejorar mucho y que la mejoría no es tan difícil, sino algo que podemos realizar muy rápido.
Le pongo un ejemplo en concreto. Si usted toma café, solamente consume el 0,2 % de lo que produjo un cafetal en Colombia o en Kenia. El 98,8 % restante es desecho. Nosotros en cambio hoy en día ya tenemos proyectos donde convertimos el desecho del café en un sustrato para producir el hongo shíitake, un hongo muy cotizado, pero que gracias al deshecho podemos producir de forma más barata, y a su vez, el sustrato o deshecho de la producción del hongo lo utilizamos como alimento para el ganado, los cerdos o las gallinas.
Tenemos tres productos con los desechos del café, con este sistema que es muy sencillo; ¿por qué no lo hacemos? De esta forma generamos empleo, tenemos productos de buena calidad a un precio mejor y la productividad que tenemos con esta cascada de nutrientes inspirada en el funcionamiento de la naturaleza, da un sistema que nos genera cuarenta veces más alimentos, calculados en aminoácidos, que con los transgénicos. Entonces, ¿por qué necesitamos los transgénicos? No lo entiendo.
¿Cómo se inoculan en el sistema económico estas leyes de funcionamiento de la naturaleza?
Lo único que convence es la práctica. Tenemos que dejar de lado los debates. Es muy importante debatir, es muy importante la ciencia, es muy importante el diálogo, pero lo más importante es hacer. Hacer es conocer y esto es lo que más precisamos.
Nosotros tenemos con nuestra fundación varios proyectos en el mundo. Por ejemplo, aquí en Colombia hemos logrado a través de un proyecto, el Centro de Investigaciones Ecológicas de Las Gaviotas, que lleva 25 años funcionando, convertir una sabana —que es el resultado de la destrucción de un bosque tropical húmedo por los intereses de la ganadería hace doscientos años—, en un bosque tropical húmedo gracias a la regeneración de la biodiversidad.
Cuando yo veo este tipo de proyectos, desde el café hasta la regeneración del bosque tropical, ¿quién me convence de que no es posible? ¡Mire la práctica! En la realidad funciona. Esto es lo que nos hace falta, proyectos que convenzan, que no solamente sean científicamente factibles, sino que generen ingresos; esto es lo más importante: tenemos que mostrar que son proyectos muy productivos en el actual sistema económico.
La economía azul de la que usted habla en sus conferencias tiene en cuenta conceptos como la autocontención, hacer menos, ir más despacio, reducir esas necesidades secundarias que el mundo moderno se ha creado…
Yo pienso que el ser humano se tiene que dar cuenta de que no hay escasez, sino que es posible tener abundancia porque toda la naturaleza evoluciona de la escasez a la abundancia; todos, incluso los líquenes que viven en el desierto de Namibia tienen abundancia, es decir los seres vivos en la naturaleza siempre son capaces, a través de la evolución, de llegar a una eficiencia, a una autosuficiencia, a una serenidad, a una tranquilidad, sin generarse estrés por pensar en la escasez.
Tenemos que ser capaces de demostrar lo que decimos en términos concretos, como ocurre con ese otro buen ejemplo que se está dando en su país, en la isla de Hierro, donde lanzamos hace dos años un proyecto de autosuficiencia. Gracias a él, por primera vez, hay campesinos que quieren reinstalarse en la isla. Por primera vez hay en la isla abundancia de agua, hay un sobrante de energía y todo ello conseguido sólo con lo que la isla tiene como recursos propios. Pienso que esto es la nueva economía. Yo no estoy a favor de una autarquía impuesta por el gobierno, por el comunismo o por lo que sea, lo que digo es que si somos capaces de hacerlo mejor, ¿por qué no hacerlo?
Realmente usted preconiza una transformación desde la base de los principios económicos actuales, ¿no es así?
En efecto; lo que necesitamos es una transformación de la filosofía de la gestión, no pensando en un producto, en un mercado con una competencia; no, pensando en un sistema. Imagínese que en un bosque tenemos solamente árboles; es imposible, no funciona; se necesitan hongos, se necesitan los nemátodos, los insectos, se necesitan los pájaros, las abejas, se necesita todo. Esto es lo que hemos perdido en la economía, la gestión, y tenemos un sistema repeticionista y todo es transformado en dinero. Y esto no funcionará en el futuro. Por eso mostramos que hay algo mejor.
Como el caso del Las Gaviotas, una de cuyas ventajas es que en veinticinco años el valor del terreno se multiplicó por tres mil; es decir que la población local que vivía en la pobreza hace veinticinco años, hoy tiene acceso a una economía bancaria; y no es que les interese la banca, pero tienen un capital social, es decir, que esta economía tiene como base la acumulación del capital social, no la acumulación de dinero en la cuenta. Esto es algo en lo que tenemos que pensar.
Para realizar todas estas cosas que está usted diciendo, ¿no haría falta también una revolución en el sistema educativo?
Lo más importante es que los jóvenes, los niños, pueden aprender cosas nuevas e imaginarse un futuro mejor que sus padres; es decir si queremos que logren desarrollarse más que nosotros para que puedan disfrutar la vida y compartir responsabilidades para construir un mundo nuevo, debemos poner en acción un sistema que logre convertir este sueño en realidad. Hoy en día, lamentablemente, el sistema educativo es solamente un sistema que nos obliga a memorizarlo todo, a aprender lo que ya sabemos. Pero si sólo enseñamos a nuestros niños todo lo que sabemos lo harán tan mal como lo hacemos nosotros. Por eso nos surgió la necesidad de un sistema educacional integrado con técnicas específicas y respuestas adaptadas a cada grupo según la edad, y decidí escribir treinta y seis fábulas que son las semillas del aprendizaje de sistemas, de las ciencias, del arte y de la inteligencia emocional, que son la base para la educación.
Cuénteme algo más sobre el método pedagógico a través de las fábulas. ¿Cómo se realiza en la práctica?
El proyecto más importante de educación lo lanzamos en el año 2000 en la ciudad de Curitiba en Brasil. Estas treinta y seis fábulas presentan a los niños la ciencia de otra manera; les enseñan la inteligencia emocional, que les permite entenderse a ellos mismos y aprender a relacionarse con los demás; también fomentan su expresión artística como una forma de comunicación que va por encima de las palabras, y permite al niño pensar en muchas conexiones para no cometer los errores en que yo incurrí con mis detergentes biodegradables, pero no sostenibles, es decir, para relacionar todo en un solo contexto, el de nuestro ecosistema, que es complejo, pero no difícil de entender.
Con estas fábulas pudimos comprobar lo que realmente el joven es capaz de conocer. Constatamos que los niños de entre tres y seis años ya tienen conocimientos científicos que normalmente son para universitarios. No tienen memorizado todo el compendio de la ciencia, pero ya saben cómo utilizar o explotar el conocimiento y la ciencia para mejorar su vida. Y su vida mejora cuando su consumo no sostenible disminuye; cuando el niño se da cuenta de que es posible cultivar hongos encima del café y de que el deshecho del café después del cultivo del hongo es excelente alimento para una gallina, se dice: «Hagámoslo, es posible hacerlo». Si el niño se da cuenta que el 40% del consumo de agua en la ciudad de Curutiba es para el inodoro, es normal que el niño piense que eso es una locura, porque aprendió que el agua es vida, y que no tiene que utilizarla para descargar un desecho humano porque nunca ha sido previsto que sea mezclado con agua potable.
Es decir, cuando el niño se da cuenta, como yo digo, de las estupideces de nuestro sistema, de la ignorancia de los adultos de hoy, está muy dispuesto a cambiar eso. Lo comprobamos en Brasil, después en Colombia, luego en Japón. Ya tenemos las fábulas en árabe, las tenemos en hindú; el lanzamiento en chino, lo haremos en enero de 2011.
Poco a poco retomamos la fuerza de la imaginación del niño; a través de las fábulas, el niño es capaz de hacer la distinción entre la fantasía y la visión. Y esto es muy importante porque el niño necesita el mundo de la fantasía, pero el mundo de la fantasía necesita aterrizar, y a través de la inteligencia emocional, el arte, la ciencia, y a través de la capacidad de establecer conexiones el niño se forma un mundo nuevo, un mundo mejor que es el propósito de los niños.
Usted habla mucho del arte como método pedagógico. ¿Qué es lo que aporta el arte a la transformación del niño?
El arte nos permite expresar cosas que con palabras no somos capaces de hacer. Imagínese el sentimiento cuando escuchamos un concierto de piano de Mozart. Intente describirlo: no es posible. No somos capaces de poner nuestros sentimientos en palabras y nosotros estamos demasiado casados con las palabras. Los sentimientos primero se sienten y, cuando sentimos lo que son, somos más capaces de comunicarlos. En nuestra fundación hemos comprobado que con un baile, el niño entiende mejor la ciencia que con veinte horas de clases científicas. ¿Por qué? Porque el baile nos permite interiorizar, sentir, captar, comunicar, porque el baile siempre es con otros. Si yo quiero por ejemplo explicar qué es hidrofóbico o hidrofílico, con el baile los niños lo entienden en diez minutos. En clase de física o química les cuesta horas memorizar la lección y olvidan la definición después del examen y no saben para qué sirve, pero con el baile lo saben siempre y tal vez el niño quiera explicarlo a su papá bailándolo con él.
Tenemos cinco sentidos, no solamente la palabra y la vista. Por eso el baile tradicional es tan importante. No es sólo una cuestión de cultura, es una manera sutil pero muy clara de comunicar, de sentir una relación familiar, una relación con la comunidad…
¿Y cómo educamos a los adultos? Aquí, en España, la crisis se enfrenta con pesimismo y usted siempre habla de positivismo, de alegría, de pasión…
La forma que yo intento utilizar es no imponer nada, sino exponer, crear oportunidades, innovaciones, poner todo lo bueno, porque la gente está cansada; las noticias son malas, las perspectivas negativas, no ven cómo salir de la situación y por eso lo que yo busco como primer paso es exponerles todas las oportunidades, porque cuando la gente se despierta con oportunidades es cuando poco a poco puede retomar el camino positivo y puede decidir hacer algo. Y así lo hemos hecho por ejemplo en Holanda, donde tenemos ya unos doscientos empleados que están recogiendo los desechos del café en los restaurantes de Ámsterdam y cultivando hongos que venden a los mismos restaurantes.
Pienso que poco a poco tenemos que encontrar proyectos realistas, simples, que son factibles, que generen empleo, que nos den productos buenos a un precio menor. No hay una gran solución, pero hay miles de pequeños pasos que todo el mundo puede dar.
¿Cuál es, para usted, la esencia de una economía sustentable?
Para mí, una economía sustentable es una economía que vive de lo que tiene, que no pretende vivir con lo que no tiene. Ese sería el principio número uno: «Vive con lo que tienes». Pero tienes entre otras cosas la creatividad y con la creatividad puedes imaginar y con la ciencia puedes hacer.
Un país, un pueblo, un ser humano, es capaz, gracias a su fuerza creativa, de imaginarse a sí mismo de una forma mejor con lo que ya tiene. Vive con lo que tienes, utiliza la creatividad para mejorar y utiliza todo lo que esté disponible, como la fuerza de la gravedad que es la energía más omnipresente que existe —veinticuatro horas al día—, más que el sol, y que no utilizamos y que podríamos utilizar para generar electricidad, lo que se llama en términos técnicos la piezoelectricidad. Por eso insisto tanto en que nuestro maestro es la naturaleza, pues todos los desafíos que el ser humano está afrontando ya han sido resueltos por ecosistemas.
El problema es que nosotros pensamos que somos los homo sapiens y de verdad nosotros somos los “homo non sapiens”, somos recién nacidos en esta tierra, y apenas estamos aprendiendo a vivir.
¿No hay un excesivo optimismo en la tecnología y en la ciencia como elementos fundamentales para salir de esta crisis? ¿No se nos queda siempre un elemento fuera, el elemento más espiritual o más intangible que la ciencia nunca puede aprehender?
Lo primero que debemos hacer es tomarnos tiempo para observar. Unos llaman a esto meditación, otros lo llaman Zen; lo llamen como lo llamen, tenemos que tomar una cierta distancia de la realidad de hoy y observar, y sensibilizarnos con la idea de que lo que tenemos hoy puede ser lo mejor que nuestros padres fueron capaces de inventarse, pero que nosotros tenemos que hacerlo mucho mejor.
No propongo que imitemos la naturaleza, pero sí que nos inspiremos en ella; no se trata de una imitación, no vamos a vivir como un árbol o como un cerdito; no, vamos a inspirarnos en esos ecosistemas, que por ejemplo, no tienen desempleo; ¿interesante, no? Ahí no hay casas especiales para los viejitos pues todo el mundo participa con sus capacidades. Eso es una inspiración.
¿Y cómo es posible que ahí funcione y con nosotros no funcione? Porque tenemos un sistema social que, seguramente con las mejores intenciones, pone todo lo que no es normal en casas especiales. Lo que yo busco es repensar, pues somos capaces de hacerlo mejor, y mejor implica cambios, y el cambio no es fácil porque nos acostumbramos a ciertos ambientes, a ciertos ritmos, que no queremos dejar. Hoy en día creemos demasiado en una cultura de defensa de lo que ya hemos adquirido; tenemos que relajarnos y pensar en las oportunidades que hay para hacerlo mucho mejor con mucho menos.
Como decía el Buda, «lo único permanente es el cambio», y ya es hora de que lo aprendamos.
Y como decía Gandhi, «nosotros tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo». Vívelo, que no es tan difícil. Muchos de los conceptos del pasado no nos convienen en el futuro, por ejemplo el cultivo orgánico es una buena reacción al exceso de los químicos de los años sesenta, pero el certificado orgánico que exigimos hoy en día nos explica lo que no está en la comida, pero lo que yo quiero saber es qué está en la comida. Quiero saber si hay cultura, si hay tradición, si hay biodiversidad en el alimento. Lo orgánico a mí no me importa, a mí me importa mucho más que lo que estoy comiendo tenga la fuerza de la vida que es biodiversidad, la fuerza de la vida es tradición y cultura, es la capacidad de cultivar algo que enriquece la tierra y que lo saca de la tierra. Estos son los conceptos básicos que nosotros tenemos que redescubrir.
¿Qué es lo que están haciendo en la isla de Hierro?
Yo sólo estoy apoyando el proyecto ideado por Javier Morales, que me invitó hace dos años para participar en una reunión para imaginar un proyecto de desarrollo. Les costó diez años poder empezar, pero en mayo de 2011 la isla será autosuficiente en producción de agua y electricidad. Tendrán tres desalinizadoras funcionando con el viento. Y también podrán utilizar la fuerza de las olas. Es una isla que ha decidido que dentro de ocho años será cien por cien orgánica. Por primera vez los cultivadores de la piña y de los bananos no sólo tienen una producción orgánica, sino que también tienen acceso al agua. En el pasado las islas sufrieron de falta de agua y ahora van a tener agua, pero agua sostenible y agua más barata. También estamos trabajando con elementos prácticos, como por ejemplo el transporte. Hierro es la primera isla que ha decidido que todo el transporte en la isla sea con coches eléctricos y toda la carga que se necesite para el coche eléctrico procederá de la energía eólica.
Pero lo más importante es que gracias a estas iniciativas, unos diez millones de euros que antes salían de la isla para comprar combustibles y para comprar petróleo exterior, se van a quedar en la isla; una isla de diez mil personas, que tiene cada año diez millones que se quedan en la isla. Esto es un catalizador, y por eso nosotros proyectamos que la isla de Hierro tendrá pluriempleo, que la isla va a aceptar la inmigración de gente, y de hecho la gente ya se está planteando volver a una isla que era símbolo de problemas, pero que hoy es símbolo de autosuficiencia, de calidad de vida, de energía limpia, de cultura saludable.
Ésta es la capacidad de una población con un buen liderazgo político de hacer cambios financiados con la recuperación del dinero que antes salía de la isla para comprar petróleo.
¿Y dónde se encuentran esos líderes políticos en estos tiempos en los que parece que brillan por su ausencia? ¿Hay líderes políticos en estos momentos que sean receptivos a este tipo de lenguaje y filosofía?
Yo me encuentro con jefes de estado, con reyes, con políticos en el mundo entero, pero tenemos que darnos cuenta de que las personas a nivel nacional o internacional están muy limitadas y pueden hacer poco. El líder político más importante es el líder político local. Los líderes locales son los que pueden hacer los cambios y nosotros tenemos que olvidarnos de la perspectiva de los grandes cambios, de las grandes decisiones, de los grandes líderes políticos nacionales. Necesitamos los líderes locales. No necesitamos un presidente del gobierno, necesitamos miles de consejeros políticos locales liderando el cambio para mejorar la situación en sus poblaciones y con éstos estamos trabajando.
Algún ejemplo más que quiera contar y que pueda ilustrar de alguna manera todo lo que hemos hablado…
Sí. Hay otro proyecto simple realizado e implementado en Europa, que es el de la zanahoria en la isla de Groenlandia, en el océano Ártico. Los supermercados solamente quieren las zanahorias con formas perfectas, es decir, si la zanahoria no tiene la forma perfecta no la venden; aunque sea una buena zanahoria, orgánica por ejemplo, no se vende y se convierte en alimento para el ganado o para los cerdos. Pero, ¿cómo es posible que se tire sólo por la forma si es de buena calidad? El proyecto que lanzamos es un proyecto chiquito, pero muy importante y muy simbólico porque logramos generar 246 empleos en la isla de Groenlandia utilizando solamente zanahorias que los supermercados no querían.
Lo convertimos en plumcake de zanahoria, lo congelamos y lo exportamos por contenedor; toda la energía que se necesita es energía eólica, y lo que nosotros decimos es que estamos exportando aire, exportando tiempo, pues todo lo que hemos hecho, cocinar, congelar, transportar, está hecho con energía eólica, y así con ese valor añadido podemos poner un precio mayor a este plumcake de zanahoria; gracias a este precio mayor hemos podido pagar la inversión de esta industria con energía eólica, que nos dijeron que era mucho más costosa, en tres años. Hay un retorno de la inversión del 34% gracias a la venta de plumcakes hechos con zanahorias que los supermercados no querían.
Éstos son los proyectos de la nueva economía, son sencillos, no son de alta tecnología, pero generan más empleo, sólo permiten energías renovables y son más competitivos que los tradicionales en el mercado. Y en este mundo los transgénicos no existen, no se necesitan. Nosotros producimos más alimentos, más trabajo y más oportunidades para todos.
Entrevista realizada por Beatriz Calvo Villoria para AgendaViva. Fundación Félix Rodríguez de la Fuente