Vuelve a la raíz de las raíces que es tu propia alma
8 febrero, 2021¿Enredados?
29 mayo, 2021Primer acto. Semana Santa
Atravieso España, de Bearzun a Acebo. Del Valle de Baztan a Sierra de Gata, del Norte al Oeste, del rigor de las nieblas y las lluvias al contento de una primavera exuberante, radiante, casi como la primera vez, hace ya 30 años, tiempo en el que me enamoré de este lugar después de una Semana Santa gloriosa, en la que el perfume de las aulagas, las escobas, los brezos, las jaras….Cuando los malvas, los blancos , los amarillos exultantes, los rosas restellando como estrellas florales entre los incipientes verdes de los robles embriagaron mis sentidos, de tal forma, que iba totalmente ebria por los caminos, cantando como la loca del tarot, libre en la alegría sin saber dónde ponía el pie, con una felicidad desconocida, hasta entonces, la felicidad de haber llegado a casa conexión con una tierra, una luz, una montaña, que me hizo rogarle al cielo por poder vivir en este lugar.
Un deseo que fue concedido 10 años después de esa invocación en medio de un éxtasis estético que cosió con el sutra de mi existencia una historia de amor que aún perdura.
Segundo Acto, Contemplación
Amanece que no es poco, es más, lo es todo. Es el símbolo perfecto del tiempo cíclico y dual de este plano o estado del Ser en el que lo divino se derrama como Fuente de luz dorada, agua pura.
La noche ha abrazado el misterio de tal forma que dolía no saber quién estaba detrás de este oscuro, pero hermoso dosel negro de indiferenciación. La respuesta a la pregunta siempre en la punta de la lengua del alma, que no habla. Una lejana tormenta cabalgaba como si un ejército de corceles estuviese recorriendo el cielo y el escenario se tornó majestuoso.
Sin luces, solo el fuego, he entrevisto entre su danza de luz y la noche de la estancia de donde surgen las historias que cuenta la physis cuando se le escucha. El fuego escenificaba un teatro lleno de secretos sobre la piel de las paredes y el resplandor de los rayos ardientes atravesaba la oscuridad hasta sentarse junto a mi pupila asombrada.
Imaginaba los pueblos originarios sentados junto al fuego, activada su facultad intelectiva de lo que es esencial en este universo preñado de misterio y contando relatos que surgían como fuentes de su boca, germinados de símbolos, para intentar servir el inefable té del espíritu en las bocas abiertas de sus hermanos de sangre y de viaje.
Una en la naturaleza es de natural filósofa, amante del asombro maravillado que te roza la piel del alma despertando una reminiscencia de un no sé qué que te acalla.
Aquí hasta los omnipresentes móviles se acallan. No llega la red, no llega el ruido de la pérfida máquina. Solo fuego, agua, flores, estupor ante lo ignoto.
Estoy nuevamente maravillada. Amo este lugar, mucho más de lo que me permito recordar en todos mis exilios.
Mi hogar fue edificado sobre una oración de invocación al cielo para que me uniese a la tierra en santo matrimonio. Su inmenso ventanal, de suelo a techo es un puente a la belleza que no deja de refrescarme los ojos. Una puerta, un umbral. Un claustro para girar alrededor del centro en medio de la Natura,
Aquí todo está en su sitio, no hay nada fuera de lugar, la exuberancia del pasto, el tilo enhiesto que recuerda el eje de los mundos y que procura una sombra fresca y deliciosa, la higuera que se quedó enana, sin crecer, del susto de un fuego que arrasó este lugar hace ya seis años y limpió de historias humanas este lugar al lanzarnos a todos al exilio, para seguir viaje, para no acomodar la cabeza en ningún rellano del camino. La zarza que quiere medrar aprovechando mi ausencia. Los lindos avellanos con melena de león desordenada acodados en el muro de piedra que lentamente se derrumba, como la vida, ante la hermana muerte que cabalga en el corcel del tiempo.
Aquí, hasta mi yo civilizado encuentra su lugar en el hacer sencillo y cotidiano de acarrear leña, ir a buscar el agua al manantial de agua pura y viva, cocinar los dientes de león o las benditas silvestres, encender el fuego, como quien enciende el corazón de un viejo amigo, un hermano de llama que clama como yo al cielo desde la humilde tierra, consumiendo todo lo que sobra en este tronco por el que van pasando los años, las historias… Aquí me atempero, pero, en esta ocasión, vengo a realizar una nueva despedida, una nueva mudanza de mi vida entera, para dejarle el hueco a una pareja alemana, que intenta atravesar las fronteras de la pandemia y quiere pasar un año en este hogar de fuego, tierra y agua. Suelto el testigo.
Tercer acto. Tiempo de renuncia
Toda despedida de lo que se ama desgarra, no hay fórmula que nos salve del dolor de romper el vínculo con lo que amamos, ni todo el budismo aprendido es capaz de atravesar sin lágrimas la despedida, la renuncia a lo que ya no puede estar en tu vida, el duelo que escenifica la presencia de la ausencia. En cada objeto que selecciono para regalar o para tirar hay una merma y una ganancia. La merma de la identidad que se proyectó en ese cuenco, esa prenda, ese libro. La ganancia de aligerar el viaje de la vida e ir aproximándose a la gran renuncia del cuerpo y la identidad que tarde o temprano, cada vez más temprano, acontecerá dejándonos desnudos. La muerte se percibe entonces ante la dificultad de soltar como la Gran Liberación.
Observo el necesario apego a las cosas que han acolchado nuestra vida, como un vínculo de energía necesario para cuidar las cosas que Dios ha tenido a bien regalarnos. Cuando al fin te desprendes, pues la edad te da cierto desapego por la perspectiva que todo perece y que hay que caminar ligero, pues la espalda ya no puede con tanto sabes que lo esencial, el asalto al cielo interior, necesita de toda tu energía y que recobrar esos hilos que te cosen a la materia te concede una energía extra que estaba comprometida y que ahora vuelve para afrontar el desgarro de que todo cambia, que nada permanece, aunque lo ames, todo sigue su viaje y una ha de continuar a solas con la noticia, esa que viene prendida en el inaprensible aroma del presente, en el viaje a la edad del bosque, en el desaparecer de la escena que da el desapego de las cosas de este mundo.
Cuarto Acto. Volver a empezar
Regreso ahora a los tiernos y verdes valles del Baztan, las manos se han quedado vacías de esa tierra, mientras el pacto de amor perdura con cada una de sus flores y pido con humildad a esta nueva tierra que me acoja para poder honrarla con las semillas del Cielo.
Beatriz de Sálama, ahora de Bearzun, (porque una es de la tierra que le da de comer y respirar, de la tierra que se urde en tus sueños y en tus pupilas, la que permite tu caminar en la única tierra real que nos espera, la Tierra Prometida)