Crónicas de Amalur. La Garrotxa
18 julio, 2023La resonancia mórfica
19 agosto, 2023A veces las palabras vuelven a la matriz del silencio para volver a florecer.
Hace 25 días que dejé el Mare Nostrum para adentrarme en el bajo Maestrazgo. La vida es un perpetuo viaje.
Subí hacia Molinos, en Teruel, a Q Centro, para un retiro de silencio, que se convirtió en una mixtura entre espacios de soledad y celda, y espacio de compartir con una ermitaña del siglo XXI, una mujer que lleva quince años sosteniendo un lugar nacido para crecer en humanidad compartida, pero que ha crecido en solitud entre las paredes de un territorio que se muere de abandono y éxodo, y que ahora enfrenta con el coraje y la esperanza de personas como las que guardan este santuario de silencio la última estocada, que planea, a través de los planes europeos, tratando de convertir España en el vertedero de los purines de los cerdos holandeses y en la pila energética para la «cuarta revolución industrial transhumanista», mediante la violación sistemática de todas las tierras, otrora fértiles, por el eufemismo de huertos solares que sustituirán el trigo, de ese pan nuestro de cada día, que ahora se amasará con grillos y transgénicos, mientras los metales raros enriquecen a las multinacionales de la energía, ahora maquilladas de renovables, solares, eólicas…
Verde que te quiero verde, propaganda de los eternos vencedores para maquillar el asesinato premeditado del campesinado, de la soberanía alimentaria, para alimentar a una nueva raza de esclavos transhumanos, conectados por la soga de la desatención a sus homónimos androides, que necesitan todo el agua del mundo para enfriar su logorrea mental, enfriar sus infernales máquinas que crecen exponencialmente en su necesidad de energía, enfriar las llamas en las que arden sus engendros que dividen la información hasta infotoxificar todo lo que nombran, mintiendo como hijos del padre de la mentira, con la verdad misma.
Teruel me sobrecogió. Tan sobria y humilde. Me recibió con una tormenta de rayos y truenos espectacular que me sacudió el asombro de nuevo ante la voz imponente de la natura, después de dos meses en medio de la civilización del 5G que avanza friendo cerebros a diestro y siniestro, por una inflamación verificada por estudios independientes, vease en la web de Geoxanis ,constatando el crecimiento exponencial de alzheimer y perdida de memoria en franjas de edad cada vez más bajas.
Me costó tres días desinflamarme, hasta que esa naturaleza olvidada por la civilización de los datos me empezó a susurrar verdades perdidas tras los velos de la velocidad a la que viaja la falsa sustituta de la sabiduría, la información sesgada que cabalga en ondas cada vez más dañinas.
Descansé del duelo de mi ya lejana Amalur, un proyecto de vivienda colaborativa en el Baztán, que no medró por tantas causas como las que la actual administración pone a los emprendedores. Despertaba con el sol, me acostaba con su atardecer. Calentaba la comida con el fuego o con la cocina solar, olía a hoguera, a llama viva. Comer, dormir, callar y rezar.
Recordé al pasar los días este texto de F. Schuon y fui dejando a mi mirada más crítica descansar en la confianza de la perfección de Dios.
«El hombre reza y la oración modela al hombre. Él se ha hecho, él mismo, oración, lugar de encuentro entre la tierra y el Cielo; contiene al universo, y el universo reza con él. Está por todos los lugares donde la naturaleza reza, él reza con ella y en ella. En las cimas que tocan el vacío y la eternidad, en una flor que se abre, o en el canto perdido de un pájaro. Quien vive en la oración, no ha vivido en vano.»
Que el apocalipsis de nuestra propia muerte nos coja bien rezados, que es una manera de decir como puentes conectados, entre el Cielo y la Tierra.
Beatriz Calvo Villoria
2 Comments
Qué bueno poder leer tus palabras, que son como un bálsamo en estos momentos tan «extraños». Palabras que me evocan un mundo que se mueve al ritmo de la vida y no al de unos desorientados seres incapaces de mantener la atención, ni por un instante, en la belleza de esta Natura, Madre Tierra, que tanto nos da. Ayer, precisamente, leí una frase al respecto que me hizo parar y reflexionar un buen rato: «slow down to the speed of life».
Gracias, Beatriz, por tus crónicas, un soplo de aire fresco entre tanta prisa y desconcierto.
Estimado Toni, gracias también a ti por tu lectura atenta y sentida. En estos tiempos «extraños» y tribulados generar redes, aunque sea este mal sucedáneo de las redes, da cierto alivio a esta soledad a la que nos avoca una sociedad enfebrecida. Un abrazo