Luces de la agricultura natural. Fukuoka
16 abril, 2020El horizonte de la historia y el vértice de la metahistoria
24 abril, 2020¿Y si nos convertimos en las causas de la iluminación, de la liberación, del regreso al Jardín que perdimos para volver a hablar con Dios en esa hora deliciosa del atardecer y descansar en la Plenitud que nos convoca? ¿Y si la oración fuera un órgano de conocimiento que abre el camino a ese descanso bajo el árbol de la Vida, ese dejarse ser en el Ser? ¿Y si Pascal tuviera razón? cuando dice (…) ¿ Por qué ha establecido Dios la oración? Para comunicar a sus criaturas la dignidad de la causalidad»?
Para mi, la oración es desde un quedo quejío, desde la profundidad a la que cada uno pueda acceder, a un Ay rotundo, una interjección del que sufre en la dualidad del mundo los mordiscos de la impermanencia, por un descanso en el quicio, en el istmo, que pacifica en su reunión los dos mares, que integra en una unidad lo manifestado y lo inmanifestado, donde la Rosa y el perfume, la espina y su herida, la sangre de la vida y el cáliz que la contiene se hacen íntimamante uno. La mirada que no alcanza y el alcance de la mirada de la Madre/Padre/Dios se hacen un solo sabor indescriptible.
Pero este breve escrito quiere dar voz a los atletas de la oración, esos que sacrifican la vida tal como la conocemos, en ese hacerse sagrado de todo sacrificio verdadero y haciendo un hueco, un útero en su alma permiten que el Verbo, el Logos, la palabra que alienta la Vida se pronuncie, sosteniendo en lo invisible, en lo intangible, el Mundo. Transcribo un párrafo que a mí me iluminó mi búsqueda del libro «La oración entre la lucha y el éxtasis de un monje cartujo anónimo» y que apunta a ese misterio de poder ser causa de una resurreción que necesita todo ser humano caído en el olvido de lo único realmente necesario y que está contenida en la promesa de lo que somos.
La oración y la voluntad de Dios.
El evangelio de Lucas presenta la oración como indispensable, y como actuando sobre la voluntad de Dios -«pedid y se os dará» (11,9)…
En el Antiguo Testamento esta doctrina del influjo ante Dios de la oración acusa rasgos más rudos. Por ejemplo, Moisés intercede por el pueblo rebelde que se fabricó un becerro de oro. 2(…) ¡Refrena el ardor de tu cólera y arrepiéntete del mal que planeas contra tu pueblo!, Y he aquí la respuesta asombrosa: «El Señor se arrepintió del mal que había proyectado hacer a su pueblo» (Ex 32,14). Para nosotros que vivimos en el tiempo, hay un antes y un después de la oración, como hay un antes y después de la recepción de un sacramento. ¿Se puede explicar con más claridad la eficacia de la oración, que diciendo que cambia los planes de Dios? «La oración ferviente del justo tiene mucho poder» (St 5,16) «La oración hace una santa violencia a Dios» San Juan Clímaco. «!Las oraciones de los santos pueden enfrentarse a la cólera de Dios». San Jerónimo.
Y sin embargo, el Dios a quien oramos es el Padre «para quien no existe ningún cambio ni sombra de variación» (St 1,17). Su Palabra es todopoderosa y soberanamente eficaz (Ls 55,11). Las voluntades de Dios son eternas, y no dependen en su cumplimiento de la oración de una criatura.
Orígenes nos dice que los creyentes han sido sensibles a esta dificultad, cuando formula así la objeción de un corresponsal suyo del siglo IV: » En primer lugar, si Dios prevé el futuro y es necesario que se realice, la oración es vana. Además si todo acontece según la voluntad de Dios, y esas decisiones son estables, y no puede cambiar nada de lo que quiere, la oración es inútil».
La solución es que Dios no quiere solamente los efectos que aparecen en el cosmos y en la historia humana, sino también sus causas -todas sus causas- las que están determinadas por las leyes físicas, y las que dependen de la voluntad humana, entre ellas la oración. Por una libre disposición de la Providencia, la oración tiene su puesto en el orden de las causas, y produce efectos eternamente queridos por Dios. De aquí la gran responsabilidad de los que están llamados a ejercer de manera particular el servicio de la oración a la humanidad.
Como dice Santo Tomás de Aquino «Hay que tener en cuenta que la divina Providencia no se limita a disponer la producción de los efectos, sino que también señala cuáles han de ser sus causas y en qué orden deben producirse. Ahora bien, entre las otras causas, también los actos humanos causan algunos efectos. De donde se deduce que es preciso que los hombres realicen algunos actos, no para alterar con ellos la disposición divina, sino para lograr, actuando, determinados efectos, según el orden establecido por Dios.
Esto mismo acontece con las causas naturales. Y algo semejante ocurre también con la oración; pues no oramos para alterar la disposición divina, sino para impetrar aquello que Dios tiene dispuesto que se cumpla mediante las oraciones de los santos; es decir, para que los hombres merezcan recibir, pidiéndolo, lo que Dios todopoderoso había determinado darles, desde antes del comienzo de los siglos, como dice Gregorio Magno en el libro de los diálogos».
Y termino si lo que nos está destinado es el Jardín, el diálogo delicioso al atardecer con esa Inaquesible Presencia, porqué no pedirlo en queda oración, porque no cerrar los sentidos en este confinamiento que nos los ha cerrado de golpe, por qué no cerrar la puerta e ir hacia la alcoba y habitar esa nostalgia del Amado que lo convoca, lo llama, lo acerca, lo esponsa y gesta un dónde en el que habitar de nuevo renacidos.
Beatriz Calvo Villoria. Directora de Ariadna TV