Luz sobre luz
31 agosto, 2019La nave: el cuerpo como mástil, la mente como vela. La respiración aliento que unifica
15 octubre, 2019“No es el conocimiento lo que ilumina el Misterio, sino el misterio lo que ilumina el conocimiento. Conocemos gracias a lo que nunca conoceremos.” P. Evdokimov
La psicología, -la ciencia del alma- ha intentado desde hace unas décadas incluir en su estudio la dimensión espiritual del ser humano, pero una ciencia cuyo objeto es la psique, pero que es observado desde la propia psique, implica, como dice Titus Brurkardt que “ todo juicio psicológico participe inevitablemente de la naturaleza esencialmente subjetiva, e incluso pasional y tendenciosa, de su objeto.”
Para muchos defensores de la psicología tradicional, que es de la que se ocupa la verdadera ciencia del espíritu, variantes de la psicología como el psicoanálisis son “una ideología profana, como el materialismo o cientifismo, un aliado ideal que intenta reducirlo todo a factores psicológicos, que cuestiona la trascendencia del espíritu humano como tal y su ilimitación interna”. F. Schuon
Este intento de explicar a Dios, lo Real, el Misterio, El Tao, la No dualidad, el Misterio desde la pequeña psique humana, desde una ciencia menor, sin un principio de trascendencia sería un atrevimiento que ha traído nefastas consecuencias reduccionistas, pues lo mayor no puede ser explicado desde lo menor.
Entre otras cosas porque las teorías científicas son constantemente anuladas y cambiadas por el curso de lo temporal. Los años van descubriendo nuevas capas de la cebolla que habían pasado desapercibidas u ocultas por ciertos sesgos cognitivos propios de la mentalidad científica, que necesita parcializar el todo, pues no lo abarca desde su metodología y por su incapacidad – de concebir «dimensiones» de la realidad que no sean encadenamientos puramente físicos. Así que pretender hacer absolutos de observaciones subjetivas de lo que el alma es, por decir lo menos, bien riesgoso.
Desde la perspectiva tradicional, en el sentido de trasmisión de verdades y principios, al igual que cualquier otro sector de la realidad, la psique sólo puede conocerse a partir de algo que la trascienda. Por ejemplo el principio moral de la justicia obliga a los hombres “a superar su «subjetividad», es decir, su egocentrismo; pero la voluntad humana no podría nunca superar el egoísmo si la inteligencia que la guía no fuera más que una realidad psíquica y no sobrepasara esencialmente a la psyché, si en su esencia no trascendiera el plano de los fenómenos, tanto interiores como exteriores. Esta advertencia es suficiente para probar la necesidad y la existencia de una psicología que no se apoye sólo en la experiencia, sino en verdades metafísicas dadas «desde arriba».” José Chamorro
Cuando la psicología intenta sustituir la función sacerdotal, al pontífice entre el cielo y la tierra, por el psicólogo, por muy buena intención que este tenga, su ciencia que niega ese “desde arriba”, tiene la tentación, nacida de la no comprensión del todo que analiza -el Hombre como tal- de intentar anular todo desequilibrio. Lo que esta ciencia ignora es que hay desequilibrios necesarios y que están llamados a encontrar una solución por encima de nosotros mismos. Hay melancolías, por ejemplo, que albergan posibilidades de desarrollo espiritual.
La realización espiritual personal, si busca superar el puro psicologismo, esto es, recuperar el sentido del sí mismo y vivirlo como realidad totalizante y no en los términos de un pensar y de un reflexionar, implica superar la idolatría humanística de la cultura, en el sentido que somos algo más que humanos y en el de entender que nuestro propio estado humano es un desequilibrio, en el momento mismo que con la caída de Adam adquirimos el conocimiento del bien y del mal, la dualidad, ese “Árbol de la Ciencia” que aparece cuando somos expulsados del lugar de la unidad primera, donde reside el “Arbol de la Vida” y al que todo nuestro ser quiere regresar.
Exiliados de ese paraíso nos vemos sometidos a la impermanencia continua de los fenómenos y el contraste entre el anhelo de Absoluto y la contingencia nos daña “sanamente”, espiritualmente hablando. Es una herida de amor que no se colma con nada humano, y eso nos hace huir hacia Dios, hacia lo Real, una y otra vez, en un sentido en que la psicología, y su vertiente más dañina, el psicoanálisis, no puede entender, pues prefiere desde su abordaje profano, puramente humano, sin sentido de nuestra vida póstuma, anular el desequilibrio aunque nos ahoguemos en un océano de fuego existencial, y comprometer nuestro viaje por los estados múltiples del ser por la anulación de la mala conciencia que errar el tiro ha de producir en el alma, que le avisa de que su flecha no ha dado en la diana de lo que es y que le obliga a corregirse, a embellecerse, a ennoblecerse. Mucha psicología vendría a ser como cortarle las alas al pajarito que tiene miedo a volar para que no sufra.
Como dice Schuon “somos movimientos en principio ascensionales; nuestra felicidad debe estar proporcionada a nuestra naturaleza total, so pena de reducirnos a la animalidad, pues una felicidad sin Dios es precisamente lo que el hombre no soporta sin perderse.”
«No se puede sustituir la función de un maestro verdadero, que puede realmente tocar el alma sin dañarla, por una ciencia que niega la dimensión trascendente, pues no la puede medir y convierte al alma en una parodia de su imagen divina a falta del prototipo que niega, y que reemplaza lo que niega por un falso infinito», sigue sosteniendo este autor, por lo demás profundamente hedonista, en la que el hombre llena el vacío de Dios por una pseudoreligión sin centro, que quiere llenar el vacío de Realidad y Presencia por inconscientes colectivos que aterrorizan y lo sexualizan todo, como si la libido sexual fuera una especie de deus absconditus como decía Jung del intento de Freud de sustituir a Dios por una nueva imagen, que en vez de estar en el cielo estaba en lo más bajo del ser humano.
«Es inútil curar el alma sin curar el espíritu, así que lo primero hay que librar a la inteligencia de sus errores, sus condicionamientos cognitivos que le impiden ver la realidad tal como es y que esa realidad opere como una sonda de honestidad que revelará los nudos más sutiles del subconsciente, ese que anuda el alma por el amor propio o por traumatismos recibidos». F. Schuon. Después hay que nombrar con claridad las distantes enfermedades del alma, como las etiqueta un San Juan Clímaco o un Al Sulami en el sufismo, para curarlas después como se curan las enfermedades de la psique, con la virtud que quedo opacada por el error de tiro.
Por todo eso los sabios dicen que es imposible transcender el psiquismo por medios psicológicos que es, dicho sea de paso, mucho más extenso y profundo de lo que habitualmente se supone, tanto por “arriba” como por “abajo”, pero como el mundo moderno tiene una gran confusión entre los dominios psíquico y espiritual, ha llegado incluso, en el caso del psicoanálisis, a una subversión muy peligrosa, pues ha asimilado lo espiritual a lo que hay más de inferior en el orden psíquico. Lo que ha traído terribles consecuencias, que todo podemos ver a nuestro derredor, pues deja el hombre como atrapado en el laberinto de los fenómenos sin escalera para salir de la caverna hacia a luz.
Ocultado por los velos de las ilusiones, que el propio mecanismo de la mente ordinaria produce sino está iluminada desde “el Exterior”, desde lo Alto, el hombre se regodea en experiencias sensibles y las confunde con una verdadera realización, por eso en las espiritualidades tradicionales se juzga ese arbitrariedad en convocar llamadas al subconsciente, al instinto, a la intuición infrarracional, pues pueden conducir a una toma de contacto con los estados inferiores, lo infrahumano y no salir bien parado de la experiencia.
“Aquellos que cometen esta fatal equivocación olvidan o ignoran simplemente la distinción de las «Aguas superiores» y de las «Aguas inferiores»; en lugar de elevarse hacia el Océano de arriba, se hunden en los abismos del Océano de abajo; en lugar de concentrar todas sus potencias para dirigirlas hacia el mundo informal, que es el único que puede llamarse «espiritual», las dispersan en la diversidad indefinidamente cambiante y huidiza de las formas de la manifestación sutil (que es lo que corresponde tan exactamente como es posible a la concepción de la «realidad» bergsoniana), sin sospechar que lo que toman así por una plenitud de «vida» no es efectivamente más que el reino de la muerte y de la disolución sin retorno.” René Guenon
Sé que son duras estas palabras y difíciles de comprender sino se está familiarizado con estos autores que hablan de una Tradición Primordial, (el Sanâtana Dharma hindú) que sería la matriz de donde habrían surgido las distintas “formas tradicionales particulares” que encontramos a lo largo de la humanidad y que trasmite una influencia espiritual que desciende del Cielo que ha de conservarse y es la que permite la objetividad frente a nosotros mismos. Y sé que quizá desorienta a mucha gente, que teniendo intuiciones espirituales, de que algo no funciona bien en su interior, sin referencia alguna para darle a ese malestar un contexto espiritual, donde quizá ese malestar sería una celebración en manos de un verdadero maestro, se ven abocados como única solución a realizar una terapia o buscar refugio en una doctrina pseudoespiritual, híbrida, que no es fértil, que no produce alquimia, y que les apacigua el complejo de un Adam caído que necesita el ascenso más que mejorar sus pobres capacidades sociales o una empobrecida autoestima. Un ascenso que ya está bien diseñado en las principales religiones con su ciencia de las virtudes y los vicios.
O le escandaliza que conseguir ciertos beneficios psicoanímicos gracias a una relación superficial con la meditación sea cuestionado como un objetivo legítimo pues la convierten en una tecnología del bienestar del ego, cuando ha sido diseñada para trascenderlo y cortar de raíz el origen de todo sufrimiento.
Pero no se trata de anetamizarlo todo desde la doctrina tradicional, aunque la crítica a las desviaciones en el mundo moderno sea una de sus responsabilidades para ayudar a distinguir los ciegos que guían a ciegos o de los callejones sin salida y que ayuda a identificar las verdaderas vías y maestros, el cómo distinguirlas. Pero tan bien es cierto que el espíritu siempre sopla donde quiere y que uno puede llegar a una verdadera vía espiritual por referencias equívocas, ambiguas o después de haber intentado sanar ciertos desequilibrios, y si no se les ha extirpado su capacidad de mover al alma en la dirección adecuada, encontrarse que esos malestares existenciales acaban emergiendo como botes salvavidas y te permiten dejar este mundo de vanidad de vanidades, en vez de acomodarte a él con herramientas de pseudomeditación. Hay que retornar al verdadero equilibrio, no cualquier equilibrio.
Finalmente la intención profunda desde dónde acometemos nuestra acción en el mundo sea quizá el astrolabius que nos llevé a un verdadero puerto, en el que embarcar en el viaje más fascinante y para el que el Hombre verdadero está creado, el viaje hacia la dimensión espiritual, para lo cual hemos de atrevernos a reivindicar los entornos iniciáticos regulares y la figura del maestro, como el único capaz de distinguir entre esos dominios tan confundidos en el actual mundo moderno, panes de paja y trigo, y dar de comer pan a quien tenga hambre.
Como dice mi amigo José Carlos Aguirre no podemos subordinar las técnicas espirituales a la mentalidad moderna, como un proceso de cierto saneamiento de la psique, pues eso sirve a un determinado luciferismo, una especie de pseudoespiritualidad sin traditio, que queda reducida a un mayor rendimiento en la vida, olvidando que lo que está en juego es la vida eterna. El viaje continúa y se adivina larga, discierne pues buscador de la Verdad que el mundo se ha llenado de espejismos.
Beatriz Calvo Villoria