
Meditar o no meditar. Más allá del Mindfulness
8 enero, 2025
Entre el Cielo y la Tierra. Qi Gong
25 enero, 2025Observo con dificultad al alba, como se rasgan los recuerdos del sueño recién acontecido. Se deshilachan sin poder recoger apenas sus signos, que mencionaban un mundo que desparece en otro, a medida que los ojos se abren contemplando el nuevo sueño de la vigilia, que ya se se superpone sin dilaciones.
Quién pudiera abrir sus cartas para vivir a plenitud esta doble vida que se sucede, como noria de feria, entre la noche y el día.
A veces, arriba, tan arriba, que no cabe en el cuerpo la alegría de la dulzura de los dedos del cielo acariciando las sienes.
A veces, abajo, tan abajo, que todos los dolores del mundo se hacen una única saeta, en el corazón del Adam que compartimos, la misma saeta del que sabe que no sabe nada en esta tierra de penumbras.
Se sucederá a la misma velocidad el tren de sucesos diurnos. Saltaré de una escena a otra, sin ni siquiera darme cuenta de cómo brotan de la nada los aconteceres.
Las piedras bajo mis pies mientras la montaña me sube. Los pies descalzos, tan blancos en el contraste de la tierra roja que me descalza. El don de la comida engullido en la inadvertencia de los dones. La disputa doméstica entre dos yoes que no se reconocen en uno. Las teclas del ordenador intentando traducir lo intraducible.
Solo a veces, el tren se mira desde un afuera calmo y certero, cuando el rito se ejecuta con presencia suficiente, la extensión infinita de lugares se sintetiza en un centro inamovible; la duración ininterrumpida se reduce a un instante preñado de perseverancia y se conquista, al fin, al tirano del tiempo, en un alarde de vuelo pleno de lo vacío que se queda uno, cuando se baja del discurrir del río.
Mente y corazón unidos en el hiato entre segundo y segundo investigando el misterio de los Misterios. Un hijo del Instante para un Dios del presente.
Después el tren continúa. Sale de la nada el vuelo de la alondra; el grito del mensajero, si hay alguien en la casa. La ropa que se tiende y el viento que habla mientras mueve la belleza de una sábana. Las preguntas que muerden sin respuestas, dando fogonazos inquirientes desde el mar adentro. El romero en flor signando que todo sigue un orden escrito sin palabras. Las fronteras que se intuyen impiden el sentido. Las cárceles del cuerpo que envejece y roban la belleza del movimiento de antaño, aventurando el rigor mortis que tanto temo y, quizás, con un algo de anhelo, espero…
De nuevo el pijama sobre la piel, el umbral de calentar las frías sabanas y sumergirse de nuevo en el nuevo mundo. La noche, las sombras de la razón produciendo monstruos tras las cortinas, la calidez del privilegio de la cama. Todas las soledades reunidas de los amores que no tuve y de los que sí tuve y de nuevo la súplica sincera desde el hondón del alma, esa zona de abismos.
Ten misericordia de mi, de nosotros, tan humanos. Danos hoy una vida plena, despiértanos a Tu Maravilla. El tiempo vuela como una flecha y la cama nupcial aún no está hecha, por eso se suceden las noches y los días y rememoro a intervalos de pequeños sorbos Su quintausencia.
Beatriz Calvo Villoria
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