
La mujer
17 diciembre, 2015
El misterio de ciertos espacios
17 diciembre, 2015Acompañando a la imagen que este mes viene en portada, van aquí, como un río, cientos de palabras sobre el agua. En un intento de tomar conciencia de uno de los elementos esenciales que fundamentan nuestra existencia y la preservan; en un intento de recordarles que “nuestra hermana agua que es muy útil y humilde, y preciosa y casta” como la nombraba el pobre de Asís, está en peligro de extinción, pues el hombre tecnológico deja desiertos allá donde pisa con su único pensamiento de progreso.
El agua ha sido siempre el símbolo por excelencia del alma humana, pues si en un río se adapta a cualquier forma y nunca pierde su pureza, en el alma la encontramos por analogía plegándose a todas las impresiones sensibles, sin perder su esencia, que está más allá de todas ellas. El agua es vida en su movimiento, paz en su inmovilidad, trasparencia en su pureza; dócil agua como dócil ha de ser el alma que quiere superarse.
Pero el equilibrio de la naturaleza se ha roto y el agua ya no puede purificarse al ritmo que se contamina, nuestro consumo de agua es insostenible. Somos uno de los países del mundo con mayor consumo de agua por habitante (171 litro por habitante y día). Y cuando el agua falta se paraliza la economía, la agricultura, la ganadería, la sanidad, crecen las enfermedades, abundan los conflictos bélicos…
Y como es afuera es adentro. Agua muerta, alma muerta. La contaminación de nuestras aguas no es sino el reflejo de la contaminación de nuestras almas que se han desconectado del origen, que han perdido su dimensión espiritual que las vivifica y las purifica. Ya no brotan aguas vivas en el corazón de los hombres actuales. Y por eso el agua también está dejando de brotar, desaparece, escasea, ya no vehicula pureza ni belleza, se acaban las posibilidades de fertilidad que hay en un su seno virginal. Y el hombre con más de un 60 por ciento de agua en su estructura y que está unido a ese elemento, como el macrocosmos al microcosmos, enferma, se desnaturaliza y desconecta. Ante tal apagamiento, más nos valdría seguir el consejo de Lao Tze y caminar con la determinación, que da la conciencia del peligro, hacia el Hombre superior que habita en cada uno de nosotros: Que “es como el agua, beneficia a todas las cosas y no compite con ellas. Habita en los lugares humildes que todos desdeñan. Por ello está cerca del Tao. Sin agua no hay esperanza.